lunes, 28 de febrero de 2011

Las tardes incandescentes del verano de 1903,33



Entre algunos momentos quietos, perdidos, quizás dormidos de la magia del mundo; entre la soledad del silencio y el Sol que quemaba, la brisa del viento que jugaba con las ramas y nosotros, caminando calle abajo con la inercia de esos viajes en los que sobraban las palabras y lo mejor que podíamos hacer era callar y desmontarnos; disfrutar en silencio de aquellas impactantes imágenes de un decadente verano de tú y yo, historia de un amor no reglamentado.


A veces correr y perder el tiempo, dejarlo marchar, a veces


Supongo que no merece la pena contarle al mundo nuestra historia de amor no reglamentado; no merece la pena porque me quedaré corto de esos instantes magnéticos y perfectos (la perfección sólo existe contigo). El mundo no se merece conocer aquellos paseos por esas calles desiertas, aquellas conversaciones de risas y luz en la mirada... ahora lo recuerdo bien, aquellas tardes de infierno, de un amor que quemaba y ahogaba de lo profundo que era. Aquel amor de silencio incómodo que no podía explicar las cosas con palabras, quizás por eso andábamos casi siempre, porque nuestro amor se escribía andando hacia ninguna parte, quizás hacia el interior de uno mismo, donde al menos podía asegurar que existía...


Al parecer, la perfección sólo existe contigo


martes, 22 de febrero de 2011

Incómodos silencios


El mundo está lleno de silencios incómodos. Silencios que llenamos con palabras carentes de sentido, quizás incluso, carentes de sentimiento; palabras que transportan nuestras mentes hacia cicatrizados puntos inconexos del mundo, donde nada duele y el humo del tabaco se inhala por carencia de alguna vitamina sentimental.

Siento mucho todo esto

Desde hace tiempo, parece que siento todo demasiado, será por esto de escribir que me ha vuelto un blando o porque el tiempo y las constantes precipitaciones mentales me han llevado a sufrir más de la cuenta, nadie puede estar muy seguro. Nadie puede encontrar la razón. Nadie, en este mundo, puede abrir la boca y acercarse a la posible respuesta. Ya sabes que no me importa demasiado si me diagnostican alguno de estos días falta de amor o trastorno abusivo de la almohada.

A veces carencia de sentido

Sabes, espero no estar volviéndome un aburrido crónico. No quiero terminar las tardes del viernes rodeado de personas de rostros impenetrables y con cierta tendencia a reprochar comportamientos desfallecidos y raros. Yo soy aquí el conocido de la ética incomprendida del mundo.

Pero, a estas alturas, poco importa todo eso. Ya he comprobado que cuando uno se siente solo, tiene que buscar la compañia en su interior. Dentro de uno mismo está todo lo que se necesita para pasar unas largas vacaciones sin problemas; a veces es mejor dejar la hipocresía de la sociedad y afrontar los problemas como son, no dar la espalda al dolor, no secarse las lágrimas precipitadamente antes de saborear ciertos rencores de la derrota.

Aunque también puedes crearte un blog, escribir algún que otro texto y esperar que alguien lo lea y te comente, por si alguien te entiende y no estás tan solo; aunque a veces prefieres que nadie te entienda, porque hay cosas que es mejor guardar en el íntimo interior de las noches en silencio y las miradas vacías.

¿Estaré llenando mi vida de incómodos silencios?




lunes, 21 de febrero de 2011

Nadie hablará de nosotros cuando ya no estemos (o cómo estar presente en un futuro condicionado)


Al principio como en todo comienzo,
como en cada suspiro,
como si todo valiese,
como si el mundo fuese un "aún queda tiempo"

Y me pregunto,
me desvelo,
me derrito algún segundo,
me etiqueto de inoportuno,
me sorprendo dejando los trastos sin ordenar y
duele mucho, casi siempre.

Ya no es como antes,
con luz de sol muerto,
de sol olvidado
o sol que ya no calienta tanto.

Ya no es como siempre,
como si nuevo,
como si me sorprendo,
como si me asfixiase de valentía,
como si bueno, después de todo, no cuento las horas (con los dedos)

Y, en mi opinión,
no importa mucho,
nunca ha importado,
el tiempo pasa,
el tiempo dice,
el tiempo sigue,
el tiempo nos corroe y distancia,
pero el tiempo es nuestro amigo, ¿verdad?
el tiempo es lo único que queda cuando no estamos,
aunque sea un tiempo vacío de algún susurro intacto en labios.

Y me cuesta reconocer estas cosas que,
casi todos,
habituando (malas) costumbres,
creemos que pasan por naturaleza,
como si las (putas) casualidades,
fuesen dictados de conciencia.

Yo me recreo en la idea de que perdemos,
poco a poco,
a momentos inoportunos,
a sonrisas y lágrimas,
a horas y segundos,
perdemos,
sin saberlo.


Y sin saberlo, también creemos que vivimos. A fin de cuentas, desde el principio, estamos absolutamente seguros de que esto no es un sueño, aunque no hayamos despertado todavía. Porque, siendo sinceros, no podemos correr tantos riesgos gratuitos de posibles accidentes. No podemos correr descalzos con el suelo lleno de cristales rotos. No podemos gritar más alto, porque tenemos la sensación de estar afónicos de alguna carencia sentimental que nos oprime.



Where is my mind? Fuck u

jueves, 17 de febrero de 2011

Este mundo no baila muy bien contigo



Entre carcajadas y gritos de socorro, y algunas miradas desoladas y vacías, entre cuerpos decaídos y pintados, y quizás en medio de un ambiente recreado para tener orgasmos inadecuados. En ese espacio hueco de emociones vivas, de sensaciones en la piel frías, y sueños derretidos por la asfixiante responsabilidad de ser distinto. Entre la lluvia de ruidos de ascensor y el nervio que en mi corazón sonaba como un tambor moribundo que destilaba de vez en cuando algún momento de lucidez, juraría, reconociendo, descomponiendo tanto misterio, que sólo escuché tu voz, y tu risa, y tan sólo vi tus ojos, y tus labios, y tus manos, y tu cuerpo, y el mundo a tu lado, y sin ti la vida, y el brillo de tu pelo bajo el sol de este frío, tantas veces sin ti horrible, mes de febrero.

Destellos de una hazaña raquítica que muere en el piano a compases mudos


Y es que en esto del amor a veces te sorprendes sobornando al tiempo para que no pase tan rápido y pueda mirarte algunos segundos lentos que nadie quiere, pero que yo aprecio como si me fuese la vida en ello y, verás, soy un cotidiano romántico de flores apergaminadas y ramos de poesías, de hablar al oído magia y volar en la cama a galope.


Película de entrepiernas y extratemores la que vivo


Lo siento. Me gustaría pedir disculpas a esas personas que creen en el amor imposible, en el cuento de hadas de cada mañana, en los sueños despiertos, en saltar al vacío y romper las ventanas para que lluevan cristales.

Lo siento por esas personas que siempre han creido que el mundo no cambia, que todo perdura, que no envejecemos, que no existe la desesperanza, que las modas no matan, que no... que no hay nada malo ahí fuera. Que la belleza está en el interior.


Lo siento, porque me contradigo


Y entre el murmullo de las hojas de ese otoño que moría, cuando caían sobre tu pelo y yo me moría por alcanzarte y besarte, por alcanzarte y decirte algunas cosas al oído, cosas que sólo a ti y a mi interesan, cosas que no le importan al mundo.



El mundo ha perdido la esperanza (y la cabeza)




viernes, 11 de febrero de 2011

Aquel momento de Aquella tarde


Si hubiese sabido llorar entonces, quizás las cosas hubiesen cambiado, un poco puede, mucho espero. Pero yo nunca he sabido hacerlo, y por hoy me duele ignorar esa técnica tan dramática que, por aquel entonces, pudo haber salvado lo nuestro.

¿Y el orgullo? ¿qué decir de él? El orgullo se me da bien, lo comprobé Aquella tarde. El orgullo. No hago nada cuando quiero, no corro cuando ladran mis pies por alcanzarte y, cuando debería llorar, quizás me río y se me secan los ojos para adentro. Así es el orgullo, todo lo contrario. Y si lo hubieses sabido, quizás entonces, ahora sería distinto y me ahorrarías estas palabras y pecaríamos de amor eterno, como siempre.

Aquella tarde, ¿recuerdas? Aquella tarde de otoño, de hojas cayendo sobre nosotros, de hojas muertas bajo los pies descalzos, del viento jugando con tu pelo y con mis sentimientos. Aquella tarde nosotros también éramos dos inocentes y delicadas hojas que caminaban por ese camino desierto de personas y de sueños. Aquel camino en cuya ausencia nos sentíamos más poderosos y creíamos que nuestro era el mundo entero. ¡Somos los reyes del mundo! gritábamos, y nadie nos oía. Ya ves, estábamos más solos que ninguno.

Y en Aquel momento de Aquella tarde, cuando el silencio se coló entre tu boca y la mía, y cuando estábamos sedientos de algún extraño beso de última hora que ninguno reconocía. En aquel momento nuestras miradas ya eran conscientes, estaban frías y quizás vacías. Y nuestros pasos más lentos, como retrasando lo inevitable, como sabiendo que, a pesar de todo, el mundo seguía girando y el tiempo no se detenía. ¿Por qué no paramos allí y recurrimos a algún ingenuo abrazo que lo arreglase todo? ¿El orgullo? Supongo que, después de todo lo que hemos vivido, después de todo el amor, después de todo el sol y toda la lluvia, después de tantas comidas y cenas, y películas de amor y risa, después de tanto, puede que esto del amor sea como dice la gente.

¿Qué decían del amor? Que es ciego

jueves, 10 de febrero de 2011

La ventana indiscreta

Hacía frío y los labios en los huesos, tiritando y emitiendo vapor que ascendía en segundos hasta el centímetro cero. Y yo recostado frente a tu ventana, al puro estilo de Romeo, esperando a que salieses como siempre. Pero quizás te has dormido unos segundos y ya no sales, y quizás me quedo aquí pasmado, por frío y por querer amarte, qué cruel, a veces, me parece que te estás volviendo.

¿Hubiese corrido entonces? Quizás si hubiese tenido espasmos de odio por tu pelo. Quizás si hubiese sido más consciente del daño que mi corazón compraba, eternamente merecido y a buen precio. Y quizás, no, quizás incluso hubiese destinado mi tiempo libre a liberar escamas y tensiones hablando contigo hasta que la luz de la noche nos asombrase con la boca abierta y el bostezo simple que nos despedía a besos.

Pero es tremendo esto de no poder alcanzarte nunca; y cada paso que doy me hunde más en el fondo de este vaso que, medio lleno o medio vacío, no se dignan nuestros labios a probar. Maldita falta de entusiasmo e interés, podrían descender en espiral elíptica los miedos y quedar nosotros expuestos a la vida sin máscaras, sin acuarelas, sin espejos vacíos de rostros irreconocibles. Nuestros rostros que viven el cuento sin inmutarse.

Pero, a estas horas, ya es demasiado tarde y me dirijo compensando en una pierna el dolor del corazón hacia casa; hacia la cama honda y las sábanas retorcidas. Me dirijo sin pensarlo hacia la habitación del oscuro techo y las sombras en las paredes, y el batín en la percha que me ríe como sonámbulo. Y así, de esta forma, como siempre, perdiendo constancia inconscientemente, termino moribundo en un vaso de leche caliente a altas (o bajas) horas de la madrugada. Implorando con sarcasmo frente a una de Woody Allen que no se nos pasen las horas volando; porque cuando las horas vuelan terminamos antes de lo que tardamos en abrir los labios y decir la primera, absurda e inocente, palabra para romper el silencio.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Trastornos de conciencia

¿Nunca has tenido uno de esos segundos de maníaco?

Verás, es uno de esos instantes del día en el que te quedas pensando profundamente y tienes ganas insufribles de dar al traste con todo. Joder. Ganas de correr muy lejos y no preocuparte por llegar tarde a la cena; que se enfríe, el microondas se muere de la risa.

¿Nunca has tenido un ataque de sueño vivo?

Verás, es uno de esos ataques en los que confudes la realidad con la ficción, con el mundo del sueño. Y no, no es que estemos soñando y pensemos que eso que vemos es lo real. Es cuando estamos en la realidad y parece que todo sea un sueño. No, no es un Deja Vu. Más bien es como, veréis, como si sintieses que al matar a alguien fueses a despertar, o si te al tirarte por la ventana fuese a caerte de la cama y quedases como un imbécil. No, no, yo nunca he tenido el repentino impulso de matar a alguien, porque soy muy pacífico, la única vez que hice algo de lo que me arrepiento fue cuando incendié la Iglesia del barrio. En realidad no he quemado nada, pero quería contrastar opiniones violentas.

¿Qué hago aquí?

Sí. Esta es una buena pregunta. Es una buena pregunta porque no es de fácil solución. Es como quién creó el Universo; es muy fácil, los que creen en Dios tienen esto solucionado. Pero joder, yo no creo en esas cosas. ¿Qué hago aquí? yo necesito algo más factible que la típica respuesta de los curas de barrio (¿Tengo algo con las Iglesias de barrio? Eso parece) Veréis, por hoy no vamos a responder a esta pregunta. Necesitamos formar un congreso de preguntas sin respuesta y jubilarnos a los 135 años. Imaginaos qué pensarán los que se echan las manos a la cabeza con los 67. No por... Dios, no. Podrían obligarme a hacer cosas malas, no por... Dios, no.

¿Hay vida después de la muerte?

Esta pregunta si que tiene respuesta. En mi opinión podemos decir que es igual que, por poner un ejemplo, ¿qué vamos a cenar hoy? está claro que nadie, sin tener conocimiento previo de que mamá o papá han previsto algo, sabe que va a cenar. Pero sabe que va a cenar, a no ser que le de un ataque entre el camino que hay desde el colegio a casa, o desde el trabajo a casa. ¿Hay vida después de la muerte? Pues no sé que vamos a cenar pero seguro que muerte de primero y de segundo sobran las palabras.

¿Orgasmos involuntarios?

Yo tengo muchos. Escuchando música ¿eh? o viendo una película (que no sea porno, porque si es porno no tiene gracia). Los orgasmos involuntarios nos vuelven locos a todos. Unos gritan de la emoción, lloran de la alegría o pegan un puñetazo a la pared y fingen el jodido dolor que les recorre la mano, todo sea por placer. Un orgasmo involuntario te coge casi siempre desprevenido, si no fuese así, quizás uno se pensase más eso de pegar un puñetazo a la pared.


Qué tarde es...

Preguntas retóricas


Había perdido el gusto de tu nombre de tanto repetirlo. Y también había olvidado lo maravilloso que es vivir en las nubes. Vivir del cuento. Vivir como un naúfrago desierto. Como una salvaje idea revolucionaria.

Pensaba que me había perdido en algún vaso medio lleno o medio vacío; estoy seguro de que no importa demasiado.

Yo pensaba que había perdido el gusto por volverme loco al despertar, por contar estrellas a dedo y no sumarlas, y luego perderme en preguntas sin respuesta; perderme en aquellos años de vicio adolescente que quemaban.

Yo pensaba que habían pasado esos miedos de hace mil días, cuando era tan distinto que la ropa ya no me cabe. Ha salido mucho el sol desde aquellos lejanos sueños de surfista, en los que aparecía en la cima del mundo, lleno de orgullo y picor de ojos. Había que despertar y la almohada seguía sugiriendo una salida.

Yo pensaba que había perdido los papeles hace tiempo. Los paples y la maleta. Pensaba que el camino había terminado y ahora tocaba esperar en la parada del bus el transporte que me llevase de nuevo a rayarme de coca cada segundo, y volar hacía cualquier lugar del mundo que me hiciese sonreir y abrir las alas.

Sabes, había tirado la toalla. Y el ring desde entonces estaba como sumido en un hipnótico segundo que no concluía nunca. Y yo, en una esquina, con una de esas miradas perdidas que tanto me gustaban porque decían de todo y no hablaban nunca. Con la mirada perdida esperando el encuentro fantasmal que me devolviese las fuerzas para actuar.

A veces necesitamos mucho silencio para pensar

sábado, 5 de febrero de 2011

Voy a romper las ventanas

Cuatro mil días después de aquel año obcecado
detecto que al fin te dignaste
a cumplir con la cita inaudible,
y me alegro, y me enfado a la vez.

Mirarte de frente.
Admito en voz alta
que no pocas veces he sido tentado
en coger mi esperanza
y lanzarla sin más a la fosa común
donde yacen los sueños
que nos diferencian.

Una imagen vale más que mil palabras

¿Nunca pensaste en dar el primer paso? En saltar al vacío, en coger mi mano, en buscar mi mirada entre la multitud y, no estamos solos, estamos juntos y estos días brillan, brillan más que nunca, que siempre, que jamás.

A veces la vida es masoquista y nos da alguna que otra sorpresa.

Nosotros, que vivimos en el mundo de las fantasías, donde todo es posible a fin de cuentas. Donde todo lo imposible siempre resulta ser algo imprevisible, y sucede cualquier inesperado día de febrero, cuando estamos como expectantes de que se rompa el hielo que recubre nuestro sliencio. Un silencio que se muere de frío desde hace quién sabe cuántos sueños dormidos que no despertarán.

Y luego perdemos la cabeza y la noción del tiempo; tú siempre has sido la locura de mi vida.

Aquí estamos, en tiempo muerto o vivo, no importa si sea como fuere nunca estás aquí. Así que en este momento estoy incompleto, que cruel, que inoportuno haber encontrado tu nombre escrito en mi piel. Que casualidad tan hermosa, que vértigo tan sano. Este cáncer mata bien.

Y ahora me propongo encontrarte. Encontrarte en silencio, disimulando el amor que me quema, y el silencio... el silencio que sigue estabilizando los días. Así me mantengo con fuerzas para rescatarte si te veo saltando, por si te veo rompiendo ventanas o por si te veo corriendo escaleras abajo buscando perderte.


Yo me perderé contigo.