lunes, 27 de mayo de 2013

Recaídas


Y allí estábamos los dos, un poquito sin saber cómo decir que aún nos queríamos. No, espera, no queríamos decirlo; sólo queríamos dejar de sentirlo. Cerrar los ojos y escapar, como siempre. Y es que no podemos cicatrizar tan rápido las heridas del corazón, supongo. No podemos despertarnos una mañana y cambiarnos los sentimientos mientras nos quemamos con el café. Y ese, quizá, es el problema: que a veces la razón dice sí muy fuerte, y el corazón niega con la cabeza. No preguntes quién termina cediendo, lo sabes muy bien; ayer te besé con la mirada sin que te dieras cuenta. Y me gustaría que no me tentasen tus esquemas, oye. Y es que esos besos que algún día fueron míos, habiéndolos perdido, es un poco como notar un vacío en mi boca. No podría encontrarle otras palabras a ese querer, pero no quererte. A ese tren que me lleva de vuelta a donde ya fui y de donde escapé hace algún tiempo: a tus brazos. A tu ese algo que me enamoró un día, y que seguirá ahí, supongo, pero yo, ya, no quiero. Yo ya sólo sonreír como un tonto y esperar que me consideres curado del amor, que de repente empezó a matarnos sin llamar a la puerta. Y ni triste ni bonito, como la vida misma, el tiempo sigue pasando sin nosotros saber muy bien por qué pasa, y que probablemente no pase por nada en concreto. Ya ves que sigo sin saber escribirle finales a las historias tristes. A nuestra historia. Y así es un poquito toda mi vida.

2 comentarios:

  1. Creo que haz vivido mi vida y la vas haciendo migas, cual pan. para publicarla en el blog.
    Post tras post tengo el mismo sentimiento que cuando caminando por la calle, tu mp3 -en modo aleatorio- decide reproducir la canción que tarareaba tu cerebro en ese preciso instante.
    Gracias.

    ResponderEliminar